Sunday, June 04, 2006

Sobre Un Viejo Programa


En la época temprana de la década de los 90’s, surgió en la radio mexicana un programa que intentaba rescatar lo poco que quedaba del acerbo cultural y folclórico de la tradición del pueblo de México. Poco después inicio una poderosa carrera al trasladarse rápidamente a uno de los programas de radio más oídos en todo el país. La Mano Peluda inicio como un programa común y corriente que intentaba seguir la tradición de un viejo programa de los años 20’s llamado “El Monje Loco”, en donde se narraban historias de terror y anécdotas paranormales de toda índole. A los pocos meses de iniciar su transmisión, la Mano Peluda se corrió como un reguero de pólvora entre los fanáticos de lo paranormal, siendo escuchado por cada vez un número de gente mayor.

Inicialmente el programa era entretenido. Se podía divertir uno estuchando los supuestos testimonios de las personas asustadas y victimas de fenómenos terribles a los que no encontraba explicación. Continuamente se escuchaban a personas narrando los relatos que les contaron el abuelo, el tío, los papas y los amigos. Era un medio perfecto para dar a conocer las viejas anécdotas que solo se contaban en la familia alrededor de un fogón. Cuando el radioescucha encendía la radio y sintonizaba el programa podía sentirse impregnado de ese aire de malignidad que impera en las reuniones de amigos en campos solitarios ante la escucha de un terrorífico relato.

Pero esto no quiere decir que las experiencias contadas sean falsas en su totalidad. Los fenómenos paranormales son fácilmente explicables por medio de simples hechos naturales, solo que la gente prefiere creer en lo extraordinario que en lo ordinario. A su vez, esa gente es victima de sus propias creencias, vive un fenómeno y cree que es paranormal y aterrador, y lo cuenta. Eso divierte. Y divirtió a muchos radioescuchas por hay de la década de los 90, incluyéndome a mi.

El antiguo conductor, Rubén García Castillo, intentaba llevar el giro tranquilo. Ni dándole por el lado de los radioescuchas, ni de los locos que llamaban para contar sus maniáticas historias. Era una época en la que era divertido escuchar el programa. Para algunos daba miedo. Para otros, solo entretenimiento. Pero solo eso. Para 1999 aproximadamente, cambiaron al locutor, y colocaron a Juan Ramón Saenz, quien ha su vez ha hecho del programa una deprimente serie de charlatanerías dejándolo en una posición muy lejos de la que fue originalmente.
Continuamente se escuchan en el programa comentarios tan desvariados de personas que buscan ayuda “psíquica”, de personas que insisten en que son brujos o de falsos investigadores quienes a leguas se nota que no son más que meros charlatanes. Juan Ramón Saenz convirtió el programa en una aburrida sala de plática en la que trataban temas dentro de las ridiculeces más grandes. Continuamente se escuchaban a brujos, angeólogas, profetas, exorcistas, padres de la iglesia y psíquicos, seguidores de Lobsang Rampa, demonólogos –o que pretendían serlo por que de gemología no sabían nada- entre otras cosas.

Juan Ramón Saenz se ha tomado la libertad de asesorar y de afirmar una serie de idioteces gastadas y trilladas en el mundo de los charlatanes, no directamente, si no intentando ayudar en lo que puede y poco que sabe, mezcla todos sus disparates con tintes religiosos, como: “¿Cree en Dios? Él le ayudara. A los niños los protege un ser de luz. Las energías negativas son frías. Vaya.... Y, ¿usted sintió frío o calor? Recuerde que existe el libre albedrío y que es respetado. Es mejor no hacer contacto. ¿Usted tiene un ser de luz? Pues pídale a ese ser de luz que lo ilumine. Se dice que son energías, Maestro Sujam, etc. etc.”

Ha pervertido los ideales, ha convertido a la investigación paranormal -que en verdad es la búsqueda de explicaciones simples a fenómenos supuestamente extraordinarios, por medio de la ciencia y el escepticismo-, en un circo sin precedente y que divulga las más entupidas y groseras ideas sobre el tema. Han presentado fotografías de Internet, a bebes recién nacidos como hijos del diablo, a videos supuestamente genuinos, y otras cosas que a leguas son meros fraudes.

Por mera curiosidad, en una ocasión fui a una convención de la Lamo Peluda en la ciudad de Puebla, en el Teatro de la Ciudad. Vi con interés una serie de videos, fotografías, y supuesta evidencia del fenómeno. No eren más que imágenes y videos tomados de la Internet. Presentó una fotografía del supuesto demonio de Amityville, caso paranormal famoso y al cual se le comprobó que era fraude. Presentó un video de un bebe que recogieron unos camioneros en la Sierra Madre del Norte. Se dijo que era hijo de algún demonio o incubo, tenia algo como pesuñas en las manos y una gran cabeza roja y ojos negros.

Mi reacción fue evidente.

El supuesto hijo del demonio no era otra cosa más que un niño con problemas de hidrocefalia, acromegalia y meningitis espinal. Cualquiera se hubiera dado cuenta. Pero nadie lo hizo. ¿Será que en realidad se tragan toda esa basura? ¿O es que definitivamente no saben de lo que este buen locutor habla?

Ese programa no se pude escuchar más en grupo. No puede uno aterrarse escuchando las anécdotas de la abuela narradas allí. Ya no es divertido, ni espeluznante. El programa que fue hace cerda de diez años ha muerto. No vale la pena seguirlo escuchando, no cuentan nada nuevo, y en vez de entretenernos a como lo hacían antes nos ponen al micrófono imbéciles quines no saben ni lo que dicen. Una tontería total. Una perdida de tiempo. Y peor aún, le da difusión a tonterías y falsedades a un público necesitado de fe.

En conclusión, como Carlos Trejo, esta Juan Ramón Sáenz. La única diferencia es que el ya multiconocido cazafantasmas es un criminal que ha estado en prisión, un maleducado ignorante, tiene pinta de vago y malandrín, no hace otra cosa más que presentar tonterías y vender videos que están en la Internet y parece tener problemas de dicción. Cosa que Juan Ramón Saenz no tiene, pero están a un paso de ser lo mismo.

Eduardo Ibarra

Thursday, June 01, 2006

Tecnofobia
la inconformidad ante el cambio

La naturaleza humana es a lo sumo creativa, dinámica, se encuentra en constante cambio y movimiento dentro de su misma estructura establecida. Desde la antigüedad, la necesidad de satisfacer determinadas carencias llevo a la creatividad a un proceso evolutivo que culminaría con la creación de determinadas técnicas que pretendían solucionar los problemas. Cuando hacia frió, se cubrían con pieles, por lo que diseñaron y crearon herramientas para curtir la piel. Cuando había que cocinar algo había que prender fuego, por lo que idearon maneras de prender la paga o mantener avivado una fogata. Con el transcurso de los milenios y centurias, estas técnicas se han ido mejorando gradualmente a la par que se incrementaba nuestro conocimiento de la naturaleza. Las técnicas iban acorde de interpretaciones sistemáticamente abstractas de la naturaleza.

El conocimiento científico es la clave de ello. El progreso va ligado con los avances y descubrimientos de las leyes que rigen nuestro entorno. Cada nueva idea genera aportaciones, y cada nuevo descubrimiento genera ventanas hacia mundos nuevos dispuestos a ser explorados para extraer de ellos todo el conocimiento posible. No es por ambición, si no por simple instituto. El ser humano quiere más y más. Cuando una persona tiene riquezas, ya sean materiales o culturales, simplemente quiere una cosa: más riqueza.

Allí es donde radica el problema.

El convencionalismo del ser humano es un lastre para el progreso. El temor a los nuevos cambios o los nuevos descubrimientos frenan el progreso de la humanidad como especie. El avance tecnológico es visto por muchos como un reflejo desmedido de la ambición humana por descubrir cosas que no le corresponde. Algo así como una violación a la integridad intima de la naturaleza. La ruptura de la monotonía y el sometimiento a un cambio forzado por la misma sociedad es vista como una amenaza. La gente, en su inconciente, quiere y prefiere seguir viviendo en su rutina. En un mundo utópico en el que esta todo arreglado y viven felices. Los avances tecnológicos son vistos como una incursión nueva que diezma esa rutina y obliga al cambio.

En la última década se han formado grupos manifestantes en contra de los avances tecnológicos. Argumentan que es una amenaza para la humanidad el estar incorporando cambio tras cambio en nuestras vidas. Se generan temores infundados, ideales pseudocientíficas que no hacen otra cosa más que fomentar miedo y falsas creencias. Hay quienes argumentan que la encender un acelerador de partículas se corre el riesgo de morir en una explosión nuclear. Que al alimentarse con alimentos transgénicos no solo violas la llamada Ley Natural, si no que se destruye uno a si mismo ingiriendo cosas que no son naturalmente estables. Se dice que los satélites generan cambios orbitales en el equilibrio gravitatorio de la tierra. Que los cables de alta tensión causan cáncer. Que los hornos de microondas pudren el cerebro, entre otras tantas idioteces. Todo ello no es más que prejuicios generados por la intolerancia. Como diría un amigo, no son más que muestras evidentes de su violenta ignorancia.

El progreso científico no es mas el avance de nuestra calidad humana. Nada de lo que dicen los tecnófobos –aquellos quienes temen al cambio y avance tecnológico- esta fundamentado. Los perjuicios son muestras creadoras de inconformidad y complejos absurdos cuya cuna es la ignorancia y la incomprensión. Solo la comprensión en la ciencia y la aceptación de los conocimientos de la naturaleza nos llevaran a una mejor calidad de vida. La ignorancia es la destructora de esta calidad generando miedos e inconformidad aunque parece estar inherente en el espíritu humano por siempre.
Eduardo Ibarra